Una noche en la Milonga por Carmen Maria Hergos

«Una noche en Casa Valencia»

Asistí a la milonga de Casa Valencia por primera vez porque me la recomendó muchísimo un amigo recién conocido. Recuerdo que el señor de la puerta, al verme titubear en la entrada me dijo lo mismo que ahora: “Pasa y siéntate antes de que ocupen todos los lugares”. Esa noche llegué sola pero no tardé en bailar con conocidos y desconocidos y recuerdo que salí de ahí feliz y con una linda historia que narrar en mi blog. Eso fue hace dos años, justo por estas fechas, y ahora regreso una vez más para corroborar lo que le dije a un visitante cuando me preguntó qué se hace un jueves tanguero en Barcelona. “En la milonga de casa Valencia se baila muy bien”.

¿Por qué es tan recomendada? ¿Por qué su fama, su permanencia por más de 14 años cuando tantas milongas aparecen y desaparecen? Ubicada en la calle Córcega, entre el centro de Barcelona y el pintoresco barrio de Gràcia, la milonga de Casa Valencia ha sido encabezada desde sus inicios por Antonia Barrera, quien gentilmente me recibe en esta ocasión y me cuenta de su experiencia durante todos estos años de promover, como ella le llama: un encuentro entre amigos. “El tango me lo ha dado todo, me ha dado una vida”, me dice, mientras rememora sus inicios, los años dedicados a impartir clases, a ser testigo de la evolución de las vidas de quienes año tras año asisten casi cada semana a la milonga.

¿Quiénes vienen a la milonga de la Casa Valencia? Antonia afirma que hay personas que tienen 12 años asistiendo. Pero también es muy visitada por los turistas: “Ahora mismo hay una pareja de venezolanos y otra de alemanes”. Miro hacia la pista, veo parejas de cierta edad, elegantemente vestidas, pero también jóvenes con camisas planchadas y chicas luciendo su técnica impecable bajo la luz de la bola de cristal que pende del centro del techo.

“La milonga de Casa Valencia es un lugar abierto a todos, sin edad, ni raza, ni remarcar códigos”. Afirma Víctor Pisano, Dj residente, quien desde 2004 busca con su música que la gente se emocione, se enamore. Charlo animadamente con él no sólo por los datos que pueda aportarme sobre la milonga, sino por mi interés en la tarea de pasar música. ¿Cuál es tu orquesta favorita? “Di Sarli” contenta sin titubear. ¿Un cantor que destaque sobre los otros? “Campos, tal vez Berón”. ¿Qué música usas como cortina? “Ahora estoy poniendo a Emir Kusturika”, me responde, “¿Lo conoces?” No. “Pues te lo recomiendo”. ¿Cómo te gusta terminar la milonga? “Con música suave, algo dulce, como una nana”. Y al final me dice: “¿Sabes con quién vale la pena hablar? Con Mario, el de la puerta, tiene tantos años aquí como la milonga misma”.

Bailo la tanda de Di Sarli y luego atravieso el local para sentarme junto a Mario Novas, uruguayo, quien ha bailado toda la vida y es un tesoro de conocimientos musicales, anécdotas, historia. Estoy tan a gusto charlando con él sobre sus conocimientos sobre la cultura rioplatense que de buena gana me quedo un rato más en lugar de volver a la pista. “Para mí el tango es una necesidad, un alimento para el espíritu”. Confiesa. No dejo de notar el gran cariño con que la gente se despide de él al salir de la milonga.

Antes de marcharme me despido de un amigo bailarín y le recuerdo que una vez me dijo: “Siempre me encontrarás en Casa Valencia, estoy abonado ahí”. Le preguntó por qué y me dice que es el primer lugar donde tomó clases, donde se encuentra entre amigos, donde puede escuchar música cuidada e inspiradora, en fin, porque se siente «en casa».


Carmen María Hergos
Lic. En Lengua y Literatura
www.dificildejuglar.com
www.carmenmaria.info

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