Al llegar al Centro Gallego noté que había poca gente a pesar de que faltaban diez minutos para la hora de inicio y decidí que era mejor esperar en el bar en compañía de una amiga a la que logré contagiar mi entusiasmo por el evento de esa noche. Ahí escuché un acento argentino proveniente de un hombre joven vestido de negro y lo reconocí: Era Franco Luciani tomando algo también. No pude evitar preguntarle si era él, y amablemente charló con nosotras unos minutos. “Hace poco más de diez horas dejé de ser un veinteañero” nos compartió. Le expresé mi preocupación de que el evento de esta noche no fuera muy concurrido y él, con toda humildad nos dijo que se sentí agradecido de poder presentarse en Europa, pues había muchos excelentes músicos argentinos que no tenían esa oportunidad. Ya en la sala donde se realizaría el evento, con una sonrisa enorme y mucha expectativa, les expresé a otros amigos asistentes la alegría de estar ahí y la sorpresa de que no hubiera una larguísima cola de gente esperando escuchar a Luciani. Fascinadas por la personalidad y el arte del artista rosarino, cómo nos habremos expresado una amiga y yo, que su acompañante exclamó: ¡Mujeres!
La realidad fue que, diez minutos después, sentada a escasos cuatro metros del ganador del Premio Atahualpa 2010 como Mejor solista instrumental, pude ver que tanto hombres como mujeres disfrutamos a tope de las interpretaciones de Franco Luciani. Yo sabía que era un ejecutante sin paragón pero lo que no sabía era que es también un gran comunicador. Entre pieza y pieza musical, Franco Luciani nos habló del tango y el folklore, las peculiaridades de la milonga porteña, sus raíces rosarinas y la afición al futbol que el ha inspirado la creación de más de un tema. Con inteligencia, amenidad y sencillez fue introduciendo o explicando los temas y nos presentó a su acompañante, el guitarrista Raul Chiocchio, con quien tuvo, durante todo el concierto, una complicidad que se tradujo en una actuación brillante y un entusiasmo contagiosos. Los asistentes sonreíamos mirándonos con los ojos brillantes, aplaudíamos, vitoreábamos. En un momento, mientras interpretaban “Garúa” sentí la misma conexión de cuando bailo un tango, pero intensificada hasta las lágrimas.
Instrumentista, intérprete de armónica, es considerado por la crítica y prensa argentina (y mundial) como uno de los músicos más talentosos de la actualidad. Participó como invitado en conciertos de la inolvidable Mercedes Sosa y lleva grabadas cuatro producciones discográficas. Al finalizar el concierto, mientras todos los asistentes gritábamos: ¡Otra, otra! sentí verdadero pesar por dejar de escucharle como más se le disfruta y aprecia: en vivo. Más tarde, cuando regresaba a casa caminando, con el alma llena hasta los bordes, me alegré mucho de que en la Milongallega ofrezcan periódicamente grandes eventos como el de esa noche. También asistí este mismo año al maratón de 12 horas tango, y la presentación de la orquesta de Barcelona “Latitud tango”, por mencionar sólo dos. Con la sala llena o pocos asistentes, siempre he encontrado la calidez de sus anfitriones, Virginia y Eugenio, y el entusiasmo de quienes pasamos inolvidables horas en compañía de la música en vivo, el abrazo de baile y las sonrisas de los amigos.