Florencia Amengual y Martín Piragino hacen sonar sus instrumentos: bandoneón y guitarra respectivamente. Dos asistentes frente a mí golpean al ritmo sus piernas con las palmas de las manos. El suelo de madera sobre el que estoy sentada retumba y mis amigas no pueden reprimir sus sonrisas. Al finalizar la interpretación de “Libertango” la nutrida concurrencia truena los dedos de las manos en una especie de aplauso a bajo volumen. El entresuelo donde está ubicada “La Ravalera” nos pide evitar el escándalo por respeto a los vecinos, y eso es parte de su encanto.
Esta milonga, que se encuentra en el corazón del Raval, organiza conciertos desde hace cuatro años, programándolos una y hasta dos veces al mes. “La música en vivo hace que la improvisación en el baile sea diferente, más sentida, se disfruta más.” comenta Gisela Navonit, la organizadora, maestra y fundadora de La Ravalera. Estoy de acuerdo con ella, pero no se trata únicamente de la música en vivo, sino del espacio físico donde el concierto se realiza. Hace una semana escuché al mismo dúo en otra milonga y me parecieron distantes, apenas los noté. En cambio, aquí en el íntimo espacio a media luz de La Ravalera, el sonido de sus instrumentos pareciera que nos entra por las plantas de los pies y nos impele a bailar. “Para nosotros” nos comparte Florencia Amengual “tocar mientras ustedes bailan hace que nuestra música cobre sentido”.
Entre sonrisas, abrazos, juegos y cotilleo pasan dos, tres, cuatro horas de fiesta. Bailo con un chico visitante que un momento del tango invierte los papeles y ahora soy yo quien lo está conduciendo por la pista. Esto no es raro en La Ravalera, donde se puede ver y disfrutar Gisela conduciendo a Juana (o viceversa) a dos chicos bailando entre sí, a la autora de estas líneas danzando con sus amigas. Zapatos de baile de tacón alto, mujeres elegantes bailando en calcetines, alguna pareja que abrazados, parecen estar en otro lugar, muy lejos, y un par de bailarines que en su emoción han terminado por perder el equilibrio y ríen a carcajadas en el suelo.
¿Alguna sugerencia de cómo ir vestidos a esta milonga? Cómodos, libres y ligeros, porque en su interior hay una calidez humana y una temperatura física que hace sudar a los más friolentos. La Ravalera es el lugar ideal para quienes se quejan (yo lo hago a veces) del encorsetado ambiente de ciertas milongas demasiado tradicionales. Las noches de concierto y fiesta que organiza Gisela Navonit y su equipo, son un espacio privilegiado para reencontrarse con la música, la experimentación, la espontaneidad y la alegría.
Carmen María Hergos
www.carmenmaria.info