«100 años de Vida y Tango»
Por Mariu Montenegro
Tuve la dicha de estar en Argentina cuando la cantante, compositora y actriz Nelly Omar cumplió 100 años, el pasado 10 de septiembre . Este hecho único en la historia del tango no podía celebrarse así nomás, de modo que un día después, el 11/11/11 (fecha esperadas si las hubo) se organizó en el Luna Park un megarecital al que asistieron alrededor de unas 6.000 personas.
El concierto titulado «100 años de vida y tango» comenzó con la intervención de unos payadores cuya extensidad generaba sospechas y obligaba a pensar en una ecuación lógica. Corrían los minutos y ese presupuesto que flotaba en el aire se reforzó con la aparición del mítico Juan Carlos Copes y su compañia de baile. Todo muy lindo, sí, pero luego de una hora ya nadie estaba en condiciones de seguir dedicando aplausos a otro ser que no sea: «La Gardel con polleras» como suelen llamar a Nelly , aunque ella prefiera más el mote de «Cantora Nacional».
Finalmente luego de vitorear por un largo rato su nombre, sucedió el milagro. Por fin apareció ella envuelta en su tradicional pocho rojo de guardas pampeanas, (hoy todo un distintivo de la artista, sin embargo, en sus orígenes el mismo tenía un único fin: tapar la pobreza de su ropa, según confesó la misma Nelly), quien acompañada de las guitarras de Carlos Juarez, repasó tangos, valses y milongas algunos compuestos en letra y música por grandes amigos y viejos amores. Es que Nelly los conoció a todos. Se dice que Nelly fue la gran musa de Homero Manzi y que fue ella quien inspiró al poeta para delinear los versos de Malena.
Es cierto, por momentos, Nelly olvidaba alguna estrofa, pero eso no le importaba a nadie, ni siquiera a ella y es normal. Honestamente incomodaba más oirla quejarse del sonido (con toda razón) o de las potentes luces que la apuntaban, que escucharla cometer cualquier tipo desliz. Si Nelly canta, canta el tango, canta la historia, canta la vida. No hay de qué preocuparse parecía ser el acuerdo tácito entre los allí presentes.
La premonición inicial se fue diluyendo a medida que la cantora resistía estoica entonando canciones de la Guardia Vieja sin espiar partituras: trece temas no fueron pocos para cantarlos de pie. ¡Quién pudiera!
Cerró con «La descamisada», un sentido homenaje al peronismo, a su amada Evita y al público que lo pedía a gritos y que lo coreó de pe a pa.
«Veinte años no es nada» reza el tango. No vamos a contradecir a Le Pera, y mucho menos a Gardel, ahora bien, convengamos que 100 es, indefectiblemente, una cifra digna de admirar, sobre todo si piensa en los años de una vida dedicada a la música. Habida de tango, Nelly prometió volver. Ovación total.
A la salida, luego de ayudar a bajar las escaleras a una mujer simpatiquísima, que confesaba orgullosa haber sido una de las enfermeras de Evita, pensándome incapaz de verbalizar aquel espectáculo, todavía maravillada me pregunté: ¿a quién debería una agradecerle semejante regalo? La respuesta salió «Desde el alma»: Gracias a la vida.
Maríu Montenegro