Las estaciones de tren son lugares de paso, pero también puntos neurálgicos de las relaciones humanas, donde a diario coinciden pasajeros de distinta condición y origen. Pero, nuestro viaje de esta noche es diferente. Tenemos una cita con Andrea y Martín, una pareja de bailarines que, cada martes, entre las 19.45 y las 20.30 horas, ofrecen clases de tango en el piso superior del Station Restaurant. Las sesiones culminan con una milonga en la preciosa sala principal de este restaurante de la Estación de Francia, que se alarga hasta medianoche.
Lo primero que nos llama la atención nada más llegar es la gran variedad de alumnos. “El tango no tiene prejucios, ni de edades, ni de forma física. Incluso hay parejas de hombres”, nos detalla Andrea, enfundada en un elegante vestido negro que encaja con sus zapatos de tacón. Un ejemplo: “para un hombre mayor, el tango es la oportunidad de volver a tener a una mujer joven entre sus brazos”.
Martín, con camisa blanca y pantalón y zaparos negros, nos explica los cuatro elementos básicos que los alumnos aprenden primero: el peso, el caminar, las aperturas y los ocho. Y una vez tienen esto, se aventuran con las combinaciones. “Hay que saber caminar el tango, seguir el ritmo”, nos indica el bailarín, mientras nos marca el paso con el chasquido de sus dedos. “Caminar el tango es lo primero que se enseña y lo último que se aprende”, nos insiste.
Hay algo de poesía en las palabras de esta pareja de profesores (“el tango ayuda a tener conciencia de lo cotidiano”), pero, también, mucho de filosofía sobre la pareja (“necesitamos una buena comunicación entre hombre y mujer para desplazarnos” y “podemos aprender mucho el uno del otro, hay que saber escuchar”). Martín y Andrea nos lanzan todos estos mensajes mientras nos muestran pasos de tango.
“Abro, camino, camino, ocho atrás, ocho atrás, amago y ocho delante”, nos indica Andrea. La decena de alumnos que han asistido hoy a clase la escuchan concentrados. “La idea es bailar juntos, nos vamos buscando con el torso”, puntualiza Martín, antes de volver a hablarnos con poesía: “el tango tiene un pulso, un latido“.
Les preguntamos qué papel juega el hombre y cuál la mujer en este tipo de baile. “Él debe transmitir seguridad, claridad y convicción, que es la base de la comunicación”, nos apunta Martín. “Y ella debe sentir la propuesta del hombre, ser sensible a ella, porque quien piensa y domina el baile es él”, nos aclara Andrea.
Nos fijamos en los espejos de la sala, donde se ven reflejados todos nuestros movimientos. Y es que ambos profesores nos demuestran con solo un pase de baile que el tango es “un lenguaje” que “muestra como somos”, ya que “lo prodrás maquillar un poquito, pero no lo podrás ocultar”. Es cierto. Martín forma pareja con Ella y Andrea con Él y, tras unos pasos, se paran y nos definen a la perfección a partir de lo que les hemos transmitido al bailar con ellos: a Ella le gusta llevar la iniciativa y a Él le cuesta mostrarse seguro hasta que supera su timidez.
En realidad, el momento del “encuentro” y del “abrazo” te va a “decir muchas cosas”de la otra persona. Martín y Andrea son más partidarios del tango tradicional, donde prima más el contacto cuerpo a cuerpo y no el llamado abrazo más abierto. “Con un abrazo cerrado, con lo mínimo, podemos tener infinitas sensaciones”, nos ejemplifica Andrea.
Ha llegado la hora de la milonga. Bajamos las escaleras y accedemos a la pista de baile del Station Restaurant. Las impresionantes columnas que delimitan la zona donde se van posicionando los bailarines, los techos altos, las luces ténues, los amplios ventanales, los modernos sofás de color blanco… todo contribuye a generar una atmósfera con un influjo especial.
En Barcelona se organizan milongas a diario, cada una con su público, pero la de la Estación de Francia aglutina a un grupo de bailarines heterogéneo. “Todo el mundo milonguero viene para acá”, nos destaca Rodrigo Mayorga, el director administrativo, de pie detrás de una caja registradora desde donde emite las entradas a la milonga.
Los precios van desde los 10 euros de la clase de tango más el baile a los 6 euros de solo el baile con la consumición (cerveza o vino). A veces también se preparan cenas. A poco a poco, la sala se va llenando. Cuanto más tarde es más parejas de tango se forman. Los bailarines van vestidos de forma dispar, pero a ellas les une un elemento en común: los zapatos de tacón. Incluso las hay que se cambian el calzado nada nás llegar.
Los bailarines provienen de países muy diferentes y se nota que hay un público habitual y otro que se renueva cada martes. Nos fijamos en cómo el hombre y la mujer se buscan con la mirada hasta que él mueve la cabeza, invitándola a bailar. Es lo que se llama el cabeceo. Normalmente, una pareja baila cuatro tangos seguidos antes de disolverse. Si en el segundo tango se rompe es que quizás no ha habido entre ellos la suficiente conexión.
Nosotros compartimos un vino blanco y una cerveza con Andrea y Martín, mientras cerca de cincuenta parejas de bailarines de tango se abrazan siguiendo el ritmo de la música. “Hay contacto entre hombre y mujer, situaciones irresistibles, el límite puede ser muy fino“, nos explica Andrea acerca de los celos que puede provocar en una pareja ver como su compañero o compañera baila con otra persona.
Eso es el tango, un baile que no pretende engañar a nadie y en el que las parejas se hacen y deshacen a lo largo de la noche. “El tango nos da muchas posibilidades, si vienes a divertirte lo vas a conseguir”, nos remarca Martín. “El tango es una búsqueda de sensaciones, queremos emocionarnos”, nos aclara Andrea. Es cierto que tiene algo de mágico, hasta el punto de convertir una estación de tren en un “templo” de la milonga.
Sencillos detalles, pequeños placeres
–Una milonga puede ser un buen lugar donde encontrar compañía. Acuden a ella parejas estables con ganas de hacer amigos o, simplemente, de divertirse bailando. Pero también hay hombres y mujeres solos que pasan un buen rato ejercitándose como bailarines. Si el “abrazo” entre ambos es muy fuerte, no será la primera vez ni la última que se forme una pareja para siempre gracias a una milonga. Aquí no hay barreras.
-Hay milongas en Barcelona todos los días. Si os gusta bailar tango y conocer a otras parejas que compartan con vosotros este pasatiempo podéis acudir a varias y comparar qué ambiente os gusta más. Una de las característica de la milonga de la Estación de Francia es la gran variedad de personas que se apuntan a ella. No hace falta ir vestido de gala, aunque arreglarse un poco también forma parte del ritual del tango.
-Andrea y Martín, campeones de España de Tango de Salón, tienen su propia escuela en el barrio de la Marina. Está situada en la calle Pallars de Barcelona.
-El tango no solo se baila, sino que también se escucha. De hecho, hay quien va a la milonga solo a tomar una copa y a disfrutar de las melodías viendo bailar a los demás. Nosotros les pedimos a Martín y a Andrea que nos recomendaran dos tangos. La melodía del corazón, que “habla de amor y de desamor”, escogió ella; y Tormenta, una pieza que “te transmite, que te llega realmente dentro”, nos sugiró él.